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Repensar la infidelidad

Mónica Gamboa Suárez


Leer a Brigitte Vasallo me voló la cabeza, y si ahora estoy más tranquila es porque el tiempo hace lo suyo para calmar las aguas y no porque yo haya logrado acomodar en mi vida de forma más o menos coherente lo que ella propone. Esa mujer despertó en mí una total admiración a su gran inteligencia y agudeza para mirar de forma crítica el sistema monogámico en que estamos envueltas todas y todos. Ella aborda el tema de la infidelidad de una manera que yo nunca había leído y, como este es un tema tan frecuente en el trabajo con parejas en proceso de terapia, me mantuvo por un rato dando vueltas inquietas alrededor del mismo.


La mayoría de las parejas que viven una infidelidad se enfrentan a dolores agudos; además, esta experiencia siembra dudas alrededor del significado y la validez de la relación. La infidelidad puede hacer que el vínculo se tambalee, el amor se ponga en duda, la historia de la relación se cuestione y con frecuencia, vivirla marca un antes y un después en la vida de la pareja.


Nuestra cultura se encarga de hacernos aprender a todas y todos más o menos lo mismo sobre la infidelidad. Por ejemplo: “La infidelidad es garantía de infelicidad”. Hemos sido testigxs de esto entre las parejas conocidas, en las películas, en nuestro entorno más próximo o incluso en nosotrxs mismxs. Los aprendizajes así de difundidos nos condicionan, es decir, nos marcan la manera en que debemos pensar y sentir cuando estemos frente a esta experiencia. Nos meten en un esquema en el que no hay otras posibilidades de interpretación, al menos no a la mano y accesibles de encontrar. El efecto de esto es que si en algún momento de nuestra vida en pareja experimentamos una infidelidad, ya tenemos el guion claro de cómo debemos sentirnos y lo más probable es que nos apeguemos a él sin mucho cuestionamiento. ¿Cuál es este guion?: “La infidelidad me causará un gran dolor, es un signo de que algo en mi relación de pareja no va bien, cuando esto suceda tendré que enfrentarme a la decisión de “perdonar” o bien, de terminar con la relación y cambiar de vida. Además, con seguridad me hará sentirme insegurx a nivel personal y relacional”.



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Simplificando mucho el concepto, la infidelidad consiste principalmente en que dentro de una pareja monogámica, algunx de lxs dos vive una experiencia sexual o sexual y afectiva con otra persona, faltando así al acuerdo de exclusividad con la pareja principal.


En términos del significado, con frecuencia, la infidelidad es lo peor que tu pareja podría hacerte, es una falta de respeto, se vive como una humillación, como algo de lo que avergonzarse, sobre todo si el mundo alrededor lo sabe y tú no. Si tu pareja te es infiel pone en duda TODO en la relación, pone en duda el amor, pone en duda el proyecto de futuro e incluso pone en duda el pasado, la historia vivida juntos, todo se desmorona.


Brigitte Vasallo* afirma que aprendimos a sentir de esta forma la infidelidad, así como aprendimos a enamorarnos y a poner nuestras relaciones de pareja como el centro de nuestras vidas y aquí por supuesto podemos mirar diferencias evidentes en los aprendizajes según nuestro género. Por ejemplo: las mujeres tenemos el mandato de poner nuestro sentido de existencia en la pareja, el resto de nuestras actividades serán secundarias y tendrán una influencia en nuestras emociones mucho menor que la de nuestra pareja, en otras palabras, el tema pareja, y lo que nos pase alrededor de está, será siempre central para las mujeres. Los hombres tienen más permiso social para repartir el sentido de su vida en distintas áreas, la pareja será importante también pero no más que los logros profesionales, la vida laboral y los amigos. Además, en términos específicamente de infidelidades, aún hoy en día, ellos siguen teniendo mucho mayor permiso y justificación social para buscar una experiencia sexual fuera de la relación de pareja central.


La misma autora habla de la mala fama de la infidelidad como una medida que favorece que las parejas, al querer evitar algo tan terrible, la eviten, de manera que sirve al sistema como una forma más o menos eficaz de fortalecer la monogamia y perpetuarla como forma de organización de nuestra sociedad.


Se vuelve entonces urgente cuestionar estos aprendizajes, hacer una revisión profunda a nivel personal y de pareja para construir significados propios sobre la infidelidad en lugar de tragarnos el significado universal y sufrirlo desde las entrañas como se nos ha impuesto.


Volvamos pues a la terapia ¿Cómo acompañar de buena manera, procesos tan dolorosos de las y los consultantes? Por supuesto cada caso tendrá sus especificidades, pero sin duda importa traer al consultorio la construcción social, cuestionar lo aprendido, proponer una mirada de la pareja más allá de la infidelidad, reflexionar acerca de las libertades y los límites en los que cada pareja quiere construirse, así como reconocer los roles de género y la forma en la que estos pueden ser determinantes en nuestras formas de sentir y en las decisiones que tomamos.


Esto nos permite trabajar en la posibilidad de cada pareja de construirse como única, con acuerdos propios, más allá del modelo impuesto y facilitar como terapeutas un diálogo que lleve a la reflexión profunda de cómo cada pareja elige constituirse, organizarse y renovarse.



*Vasallo, B. (2018). Pensamiento monógamo, terror poliamoroso, Editorial. Hacerse de Palabras. España.


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