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Amores monogámicos y otros amores

Mónica Gamboa Suárez


Aparentemente, cada vez son más las parejas que eligen la no monogamia como una forma de vida: poliamor, parejas abiertas, swingers, etc. Lo que tienen en común estas modalidades de relación es que cuestionan la obligatoriedad de la exclusividad sexual y afectiva y buscan alternativas al modelo tradicional monogámico. Algo deben ofrecer estas formas distintas que en los últimos años se multiplican, se hacen más visibles y se tornan interesantes para más y más parejas.


Como todas las formas que cuestionan las estructuras hegemónicas, en muchos espacios no son bien recibidas y son blanco frecuente de juicios y descalificación. Que si es una forma light de relacionarse, que se vuelven populares porque hoy en día las personas ya no están dispuestas a comprometerse profundamente con alguien, que son formas de relación que reproducen el consumismo que permea inevitablemente nuestras vidas, que son vínculos egoístas donde cada quien mira por sus propios intereses y el “nosotros” se desdibuja. Como todos los temas que tratan de relaciones humanas, este es un tema complejo, con múltiples aristas y recovecos ocultos, es por esto que reducirlo a una serie de frases lineales y generalizadoras, además de limitarle, deja fuera las reflexiones y cuestionamientos sobre una cuestión que de una u otra forma a todxs nos toca.

El principal problema con la monogamia es que se nos ha presentado como la única opción real de relacionarse en pareja. Además, se argumenta a favor de ella que es una característica “natural” de los seres humanos. Es bastante sospechoso que, siendo tantas personas en este mundo, y tan diversas en gustos, preferencias y prácticas, exista solamente un modelo de pareja al cuál todas y todos nos debemos ajustar.


La monogamia coincide en muchas de sus normas de funcionamiento con las de la propiedad privada, históricamente hay relación entre una y otra, en ambas hay un sentido de pertenencia y de control sobre lo que me pertenece. El amor romántico que por principio es monogámico emplea muchas frases tomadas del capitalismo y la propiedad privada. “soy tuya y tu eres mío”, “mi corazón te pertenece”, “todo lo mío es tuyo”, entre otras.


Como las normas monogámicas están dadas y son las mismas para todas y todos, es común que las personas entremos a una relación sin detenernos a sentir cómo queremos relacionarnos, cuáles son nuestros límites y libertades. Rara vez esto provoca un diálogo en parejas que inician. Sin pensarlo mucho, asumimos como propias un montón de reglas impuestas por el sistema, por ejemplo: tu no mirarás amorosamente a nadie más que a mí y yo no miraré amorosamente a nadie más que a ti; nuestra sexualidad la resolveremos entre nosotrxs sin la participación de terceros; mi deseo sexual y mi energía erótica estarán exclusivamente dirigidas hacia tí, por el resto de mis días y espero que tu hagas lo mismo. Estas normas claramente no son sencillas de cumplir para un número importante de personas.


En contraste con esto, la no monogamia reconoce el derecho de las personas a decidir sobre su cuerpo y sus prácticas sexuales y/o afectivas. Ser tu pareja no me da la autoridad sobre ti para decirte lo que puedes o no puedes hacer con tu cuerpo con el fin de que yo esté tranquila (como si sucede en las relaciones monogámicas). Mi cuerpo es mío y el tuyo es tuyo y tenemos la libertad de sentir emoción, excitación y placer con quienes lo decidamos.


Esto puede sonar interesante, finalmente es una forma de reconocer los derechos de mi pareja y ejercer los míos, sin embargo, todxs crecimos en una sociedad que nos presentó la monogamia como única opción y la misma está instalada en nuestro centro de manera profunda. Sacudirla del cuerpo se vuelve un reto sumamente difícil, si no es que imposible. Además, como siempre en estos temas, hay mucho más presión sobre las mujeres para que nos alineemos con la cultura hegemónica, de manera que aún dentro de estas prácticas alternativas, los hombres suelen recibir mucho menos juicios y tener más privilegios.


Dentro de las prácticas no monogámicas, las reglas no son tan claras, cada pareja se ve frente al reto de inventar las propias y este proceso suele ser complicado, no siempre ambas partes quieren o necesitan lo mismo ¿nos avisaremos cuando tengamos una cita o una experiencia con alguien más?, ¿hasta dónde hablaremos sobre estas experiencias?, ¿podemos involucrar el afecto o nos limitaremos a lo sexual?, ¿qué pasa si alguien se enamora de otra persona? Todas las parejas no monogámicas se enfrentan al reto de definir y acordar la forma en la que quieren y pueden vivirse dentro de la no monogamia. Es decir, la monogamia es una y sus normas son prácticamente universales, mientras la no monogamia puede tener múltiples formas y no hay una manera única de entenderla.


La terapia se ha vuelto un espacio frecuente al que parejas que han elegido conscientemente formas no monogámicas de relación llegan para dialogar sobre sus miedos, sus dudas, sus incomodidades y sus formas elegidas de vida.


La monogamia rígida es una forma de relación que con mucha frecuencia trae sufrimiento y dolor en distintos niveles a las parejas, la búsqueda de formas de relación que duelan menos es urgente. No estoy diciendo con esto que la no monogamia sea una forma que nos garantice el dejar de sufrir en nuestros vínculos; sin embargo, en sus principios se vuelve un intento genuino de relaciones más libres, satisfactorias y congruentes con los deseos propios.


Mirar las ventajas de las relaciones no monogámicas y decidir incursionar en ellas no es garantía de éxito. Con mucha frecuencia las parejas están convencidas de que prefieren estas prácticas, pero al momento de vivirlas se enfrentan a grandes incomodidades, celos, inequidades y dudas, que encuentran su fundamento en la estructura monogámica introyectada que forma parte de nuestra identidad. Es posible que para otras el trayecto sea más sencillo y placentero, sin embargo, en muchos de estos casos, el camino no suele ser planito.


Precisamente por lo complejo del tema y por el juicio social alrededor del mismo, se vuelve valioso el trabajarlo en terapia con quienes han elegido o están pensando en elegir este camino. Por lo tanto, es indispensable que las y los terapeutas identifiquemos nuestros prejuicios alrededor del tema.


La no monogamia consensuada no es falta de amor y de compromiso, es una alternativa distinta a las relaciones de pareja tradicionales, que además está creciendo socialmente de manera notable y es necesario que las y los terapeutas de pareja seamos capaces de acompañar con respeto y sin prejuicios a las parejas que aún con las dificultades que conlleva, han elegido este camino.


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