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¿Puede haber amistad entre mujeres y hombres?

Paulina Lecanda


Para mí la respuesta es obvia: ¡sí! Por eso me sorprendo al escuchar que eso no puede ser, que no existe la amistad entre hombres y mujeres. Se argumenta que entre personas de diferente sexo siempre hay tensión sexual; o que alguien se enamora y la otra persona no. Entonces se acaba sufriendo o fingiendo una amistad que no es auténtica porque en el fondo tiene otras intenciones, sexuales o románticas. Por supuesto esta idea sólo la he notado proveniente de bocas heterosexuales, así que seguramente algo tiene que ver con el pensamiento heteronormativo.


Un amigo me decía que él no se sentía capaz de tener una amistad con una mujer porque había tenido sexo con todas sus amigas y entonces, después del sexo, ya no podía considerarlas sólo sus amigas. Para él, el sexo niega la posibilidad de la amistad.


Conozco a bastantes personas heterosexuales, desde adolescentes de catorce años a adultxs de cincuenta, que no pueden soportar la idea de que su pareja tenga amistades del otro sexo. Los celos las carcomen. Una consultante me decía que ella sí podía tener amigos hombres, pero que sus amigos la mantenían “oculta” con sus parejas. Por ejemplo, tal amigo no puede decirle a su esposa que va a ir a comer con ella, tiene que inventar algo, como que estará en una reunión de trabajo. Verse a escondidas con una amiga es actuar como si se estuviera cometiendo una traición. ¿Es una traición que mi pareja tenga amistades del otro sexo? algunas personas así han de sentirlo, aunque dudo que alguien defienda esta idea a capa y espada en esta época. Lo que está claro, es que el monstruo que está detrás de esto es el miedo a la infidelidad, y la premisa que sustenta este miedo es: “los hombres y las mujeres no pueden ser amigos, ahí hay siempre algo más”. Para la mente heterosexual este es un terreno peligroso, no así el de la amistad entre dos hombres o dos mujeres, en donde no se sospecha que pueda haber atracción sexual o fantasías románticas.


Si pensamos así, de algo nos estamos perdiendo. De entrada, de muchas posibilidades de enriquecer nuestra red afectiva y de apoyo. También de la información para cuestionar y la oportunidad de poner a prueba todos esos discursos que nos separan al estilo de “los hombres son de marte y las mujeres son de venus”: que parten de la creencia de que tenemos intereses divididos porque los roles y las tareas que se nos han asignado tradicionalmente son diferentes.



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Ahora bien, esta idea alimenta (y es alimentada a la vez por) la convicción social de la rapacidad sexual que se le ha atribuido al hombre: un deseo incontenible, que se despierta a la menor provocación y que con frecuencia se sale de control. Rapacidad de la que las mujeres debemos guardarnos, para proteger nuestro honor y el de los hombres en turno que nos posean, ya sea nuestros esposos o nuestros padres. A las mujeres no nos conviene seguir alimentando esta idea, es una de las bases de la apropiación que hemos vivido y una de las precursoras favoritas de la violencia sexual.

En lo personal, separar la amistad del deseo y el placer, o de la posibilidad de enamorarse, me parece extraño. Lo que considero que no puede faltar es el respeto, el cuidado y la responsabilidad mutuos. Que me gustes o me enamore de ti, podría pasarme, sobre todo porque si te elegí como amigx es que de entrada me eres atractivx e interesante. Si me enamoro o si te deseo ya decidiré que hacer en su momento: si te lo digo o no, si es que puedo quedarme cerca o no, si quiero intentar cambiar la forma de la relación, o si de plano habría que apartarnos, en el caso de que nos haga daño. Pero la idea de ni siquiera abrirme a la posibilidad de que seas mi amigx porque puede ser que luego se dé “algo más” se me antoja equivalente a no salir a la calle en un día nublado por miedo a mojarme si es que llueve, aunque tenga paraguas.


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