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Mirándonos

Mónica Gamboa Suárez


Mirarte a ti, saberte distinta/o de mí. Si te miro con suficiente atención puedo sentir nuestra semejanza y también las diferencias. Te siento mi igual, mi igual-distinta/o. Con otro cuerpo, otra mirada, otra historia. Nos quedamos juntas/os sin juicio, sintiendo nuestra diferencia para aprender de ella, para sorprendernos, para reconocernos humanas/os ahí, en un diálogo construido por ambas/os.


Buscamos que algo de esto suceda en las sesiones de terapia y también nos pasa en la vida, en el encuentro con otras personas.


Pensando en la terapia de pareja, un elemento necesario para la eficacia del proceso suele ser la capacidad y la disposición de ambas partes de hacer un ejercicio de escucha profunda. Escuchar activamente es tratar de comprenderte y por un momento dejar de lado lo mío para poner lo tuyo en el centro de la conversación. Si no hago ese espacio respetuoso para lo tuyo, es posible que lo mío tampoco tenga su turno de ser escuchado y valorado. Se trata de una forma distinta de conversar y cuando lo logramos, los límites entre lo tuyo y lo mío se desdibujan, creamos un nosotros.


Este diálogo no está hecho solamente de ideas encadenadas, está al mismo tiempo compuesto de fuertes emociones, de sensaciones en el cuerpo, de historias, de expectativas y creencias alrededor de lo que se supone que una pareja debería darme, de presión social alrededor de lo que el mundo espera de nosotros/as como pareja.



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Uno de los axiomas de la comunicación descritos por el filósofo de la comunicación humana Paul Watzlawick nos dice que los diálogos suceden al menos en dos niveles, uno es el contenido, aquello que comunicamos con nuestras frases y otro nivel se refiere a la relación, a nuestra historia, a nuestros cariños y tensiones y cuando construimos una conversación ambos niveles suceden al mismo tiempo. Cuando en el nivel de la relación me siento amenazada, enojada o en lucha de poder, será más complicado que pueda dejar lo mío a un lado y dar la bienvenida a lo tuyo. A veces hay que transitar por un camino en que las amenazas, las heridas, los enojos y resentimientos, es decir la relación, encuentren acomodo antes de poder construir una conversación con una escucha efectiva y con el suficiente respeto hacia lo que el otro/a está comunicando.


¿Cómo aprender a dejar lo mío a un lado? ¿Por qué a veces parece que esto no es una posibilidad? ¿Cómo pasar de una discusión sin orejas a un diálogo efectivo, con escucha activa, empatía y búsqueda de posibilidades que a ambas/os nos dejen conformes?


Este se vuelve una de las búsquedas en el proceso de terapia de pareja; invitarles a renunciar al juego de poner una voz sobre la otra para que se oiga más, para que sea lo suficientemente fuerte que les permita ganar la partida. Este tipo de comunicación es una competencia. Acompañar a las parejas en el tránsito de competir a cooperar. El problema que les trae a terapia es de ambas/os, si logran escucharse y encontrar soluciones conjuntas, las/los dos saldrán beneficiadas/os, si una gana y el otro pierde no hay solución.


¿Qué hará que a veces cueste tanto construir un dialogo de esta naturaleza? Seguramente son muchos factores los que influyen; algunos de estos pueden ser: los aprendizajes de género, las ideas alrededor de la pareja como un espacio de lucha de poder, la sensación de que la vida y las relaciones amenazan mi seguridad y entonces tengo el mandato de defenderme del otro.


Sobre los aprendizajes de género en este proceso podemos reconocer que suele ser más común que, por los mandatos que interiorizamos, las mujeres bajemos la voz, nos acomodemos a las necesidades del otro, cedamos para reducir los conflictos, mientras que los hombres han aprendido más sobre la competencia, sobre hacer escuchar su voz y su palabra. Una terapia feminista tendrá que estar atenta a estas tendencias en los procesos para hacer conciencia sobre ellos y trabajar en la construcción de procesos más justos en donde busquemos que la voz de cada quien tenga el mismo peso y las mismas posibilidades de expresarse y ser escuchada.


El otro o la otra con su diferencia siempre pondrá en duda lo que soy y ser capaz de sostenerme en la relación aún con esta duda sin defenderme o contraatacar de inmediato es parte de lo que podemos aprender en un proceso terapéutico y aprender esto tendrá seguramente un efecto positivo en nuestras relaciones dentro de los distintos ámbitos de nuestra vida.


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