Mi fiel y poco bienvenido copiloto
- Psicoterapia y feminismo Madeja de voces

- 16 jun 2021
- 4 Min. de lectura
En este cuento Valeria nos relata la experiencia de convivir con la ansiedad desde pequeña. Durante años fue una entidad que tuvo una influencia fuerte en su sentir y en sus decisiones, hasta que logró quitarle poder y finalmente tomar el timón de su vida.
Escribir nuestra historia nos permite mirarla fuera de nosotrxs, darle sentido a lo que nos acontece, nombrar las dificultades y dejar un testimonio de las maneras que imaginamos y accionamos para salir adelante. Gracias, Valeria, por compartirnos esta parte de tu historia. Esperamos que pueda serle útil a otras personas que también han conocido la ansiedad.
Valeria Traver Méndez*
No recuerdo cuando nos conocimos, ni puedo detectar los sucesos que derivaron en nuestros encuentros tan frecuentes. Mi memoria solo almacena aquella rutina en la que ya era esperado reunirnos diariamente. Tu presencia en mi vida era una constante que ya tenía tan asumida que ni siquiera cuestionaba el que fueras a aparecer.
Durante la infancia, las nauseas y mi incomodidad al hablar con la gente eran las campanas que anunciaban tu llegada. En la adolescencia, optaste por comunicar tu llegada con la famosa “colitis nerviosa”. Gracias a esta poco original manera de manifestarte, la hora de comer me resultaba todo un reto. - “Yo como por necesidad, pero no lo disfruto realmente”- esto es lo que yo decía, porque sabía que dos o tres bocados serían equivalentes a estar tirada en algún sillón durante horas, con un dolor abdominal que no me permitiría adoptar una postura erguida. Las invitaciones a casas ajenas resultaban todo un reto. ¿Cómo explicarles a mis amigos que después de comer yo no podía ir a “jugar” o “bailar” como todos? Yo necesitaba mi momento de sillón con mi amigo que decidía inflamar mi intestino.
Como adulta joven, mantuvimos esta relación tan estrecha, con la colitis asumida como una parte inevitable de cada día. Se le sumaron las sesiones de planificar el futuro con punto y coma, actividad que terminaba con una sensación opresiva en el pecho y la supuesta certeza de que mi mundo se estaba cayendo a pedazos y que NADA saldría bien. Este pánico sobre el futuro y mi absoluta insatisfacción, a pesar de tenerlo todo, me llevó a tener problemas con mi pareja y mi familia; sin mencionar mi enojo constante conmigo misma.
Después de realizar cambios radicales en mi vida, como dejar atrás esos “planes” que me llevarían a tener “la vida perfecta”, comencé a conocerme y a darme cuenta de que yo tenía la llave de esta jaula en la que yo misma me había metido. Mi compañero de celda no era mi amigo, ni tenía por qué estar con él; la ansiedad no tenía que ser parte de mi día a día ni tenía por qué tener ninguna injerencia en mis decisiones.

Cambié de amistades, de pareja y planifiqué mi fuga de la prisión. Hoy vivo en un continente distinto, me siento libre y no tengo planes a futuro que requieran más pasos que los que puedo dar hoy mismo. La colitis para mí es ahora solo una enfermedad que estudiar en los libros y un vago recuerdo. Cuando pienso en ella aún tengo la sensación de hormigueo en el abdomen. ¿Será la memoria corporal o mariposas en el estómago? (¡JA!)
Ahora tengo este sentimiento de que algo me falta, como el signo de “miembro fantasma”. Mi copiloto fiel ha abandonado el coche y aunque ahora puedo bajar los cristales y disfrutar del camino sola, con mi música y sin mapa en mano, aún hay momentos en los que me falta algo; (¿Síndrome de abstinencia?).
Me siento anestesiada; no hay dolor. Disfruto hasta un extremo casi hedonista de mis momentos de soledad, de la comida, de enamorarme, soñar y apreciar el arte. El copiloto ahora estaría gritando y queriendo poner el freno de mano, pero ya no puede; ya no es bienvenido a bordo.
Cuando quiere volver me hace cuestionarme si estoy siendo irresponsable al no planificar y no sacrificar aquellos momentos de “disfrute” por conseguir el éxito profesional o el reconocimiento ajeno. Lo intenta y a veces consigue que baje la velocidad y acerque mi pie al freno, pero ¿Cómo algo que me hace sentir tranquila y feliz, puede ser malo? ¿Qué puede ser menos irresponsable que cuidarse a uno mismo?
Los planes cambian, los problemas llegan y la vida nos sorprende. La paz mental y la tranquilidad deben procurarse para afrontar de la mejor manera todo lo que pasa de la puerta hacia afuera.
Ahora sé que soy piloto y copiloto y que tengo las herramientas para luchar por lo que quiero, pero sin nauseas, sin colitis y sin árboles de decisiones interminables que provocan opresión en el pecho.
Siento tu ausencia, viejo compañero de celda y sé que te quiero lejos.
*Valeria Traver Méndez tiene 27 años. Nació en México. Es odontóloga y actualmente vive en Barcelona, España, donde estudia un master en Cirugía Bucal e Implantología Bucofacial en la Universidad de Barcelona. Inició su proceso terapéutico hace dos años y medio y continúa. Si quieres contactarla puedes escribirle al correo vtraver7@hotmail.com



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