top of page

Esta podía haber sido la fiesta más grande de la historia y sin embargo ahora solo siento miedo

Ni_mini*



ree

Ilustración de Ni_mini



No muy a menudo, pero a veces pienso en esto:


Cuando salíamos de la fiesta me ordenaste, “dame un beso.”

“No quiero.”

“Pero besaste a Abraham, porqué no vas a besarme a mí?” Y a mí me pareció un argumento irrefutable.


Entonces tenía 17 años, pero encuentro hasta la fecha este tipo de declaraciones en referencia a mi actual relación monógama. “Ponle el cuerno conmigo”, “lo que me resulta más terrible de casarme es pensar que voy a renunciar a ti” (por supuesto que no importa si yo estoy casada o si de hecho quiero algo contigo o no). Y es que en algunas sociedades como mujer, no tienes derecho a decir que no.


Algo de mi se rompió en aquellos baños, en aquellas discotecas y aquellos cuartos, no se muy bien qué y posiblemente no me había dado cuenta hasta ahora, que para mí a pesar de ser una actividad que disfruto enormemente con mi pareja, es algo que no me apetece hacer con otros hombres ni conmigo misma, como un espejo roto.

A todas o casi todas nos enseñan que venimos a este mundo a servir, en la vida y en la cama. Soy una mujer que pasó su niñez y adolescencia intentando olvidar su propia existencia dentro de sus fantasías, la fantasía salvó mi vida incontables veces y aún ahora a veces se me olvida como bajar los pies del cielo y tener mi mente presente en la vida por la que tanto luché. Soy una mujer que no sirve para servir.


Mi mamá se divorció el año pasado e incluso entonces se puso en relieve cómo aún ahora, que cada quien tiene su vida, seguimos siendo mujeres pensadas para pertenecerle a alguien, para servirle a alguien. Y así como mi papá no puede concebir tener que diseñar el menú para la comida o tener que entretenerse a sí mismo, tampoco pudo concebir que yo buscara un trabajo en un país diferente a donde vive mi pareja. “Tu pareja es lo más importante de tu vida y tu lugar está a su lado”. “Lo siento, la persona más importante de mi vida soy yo y mi lugar está donde se me de la gana ir”.


Algo se me rompió en aquellos baños, en aquellas discotecas y aquellos cuartos. En la palma de la mano de mi tío sobre mis nalgas, o en mi espalda, por debajo de mi blusa, en su pierna encajada en mi entrepierna bailando quebradita. Pero ¿qué coño de mundo es este? Llegué a la vida como ávida estudiante con el cuaderno limpio y atenta, para con desilusión descubrir que los hombres de mi entorno eran unos cerdos y que definitivamente faltó alguien ahí que dijera: no, no le tienes que dar besos a nadie que no quieras. ¡No, no! Tienes derecho a que nadie te toque si no quieres, no necesitas ser la sexoservidora de nadie y no, tú no sirves para servir. Pero hay algo roto y aunque mis cicatrices narran mi historia, la realidad es que no puedo volver el tiempo atrás y desvivir esas experiencias horrorosas. El otro día pasábamos por una sexshop y mi mamá se quedó sorprendidísima de un mini traje masculino de cuero negro. Le digo, “¿qué?, ¿porqué no te lo llevas?” y me dice señalando la ropa interior femenina de encajito negro y rosa, “pues se me antoja más esta”, pero con la voz mas grave le recalco, “yo creo que el traje masculino es el statement perfecto para comenzar tu nueva vida, al próximo hombre que venga tenemos que hacerle saber que esto es un matriarcado y no más mierda será tolerada aquí”.


*Ni_mini es licenciada en Bellas Artes especializada en dibujo. El foco de su trabajo visual y literario se centra en la identidad femenina. Su disciplina favorita son los murales. Nació en México, vivió quince años en Barcelona, en donde estudió y desarrolló su carrera profesional y como artista y actualmente reside en Eindhoven, Holanda.



Comentarios


Publicar: Blog2_Post
  • Facebook
  • Twitter
  • LinkedIn

©2020 por Madeja de Voces. Psicoterapia y Feminismo. Creada con Wix.com

bottom of page